Q mi boca solo sirva para bendecir, nunca para maldecir;
q mi corazón sólo sepa perdonar y nunca sepa desear el mal a nadie.
Son mis palabras pero por hoy no puedo, es imposible, son unos malditos
Malditos malditos malditos malditos malditos!De camino por los blogs q leo habitualmente encontré un post acerca de abuso sexual en "
Queer de paso por la vida", q me revolvió los recuerdos, las sensaciones duras de mi infancia, es un post duro q me hizo llorar (y creo q no solo a mi), y q me revivió la impotencia, la rabia, el odio, el dolor.
En los comentarios cada quien nombró a su verdugo, el mío era el mas inesperado, el insospechado. Al leer las experiencias de las personas en el blog de Gía y fuera de él, la mía fue de las mas suaves, por no llegar a tanto (Que ridiculez decir "no llegar a tanto", cuando todo daño q se haga a un niño o niña es demasiado) y porq nunca se repitió.
Tenía 10 u 11 años. Desde siempre me aburrí demasiado en las misas, nunca entendí el caracter repetitivo de las oraciones, ni los rituales, ni muchas cosas mas. Pero mi familia era católica, muy católica y por ello yo lo intentaba: porq ir a misa y rezar mucho era la forma de "ser buena" y de" irme al cielo". Así llegó mi primera comunión, y con ella la obligación de confesarme cada cierto tiempo; no logro recordar qué ocasión vendría en los días siguientes, pero debía ir a confesarme para comulgar en la misa del evento. Como siempre, me invadía la pereza absoluta de pensar en ir a quedarme una hora sentada, completamente quieta repitiendo palabras y rituales q ni siquiera entendía. Pero con anticipación mi familia sabía q saldría del colegio unas horas antes de lo habitual y habíamos acordado q iría a la misa para esperar y al finalizar la misma, pedirle al sacerdote q me confesara. Estaba sola en casa y para ahorrarme el tedio de la ceremonia, calculé el tiempo en q se terminaría y salí muy contenta, aún con mi uniforme deportivo, q consistía en una pequeña faldita blanca q apenas tapaba la pantaloneta q llevaba debajo y una camiseta amarilla de lycra q se me apretaba demasiado porq estaba creciendo y mis senos empezaban a asomarse. Cuando llegué, la iglesia ya estaba completamente vacía y el ayudante del padre, estaba cerrando ya. Yo sabía q el cura aún estaba adentro así q entré a buscarlo en la sacristía. Lo saludé y le comenté el motivo de mi visita y él me pidio q esperara un momento a q terminara de arreglar sus cosas. El acólito terminó de organizar unas cosas, le ayudó a quitarse sus ultimas prendas ceremoniales y en dos minutos ya se había ido, cerrando la puerta de la iglesia. Ahora estabamos él y yo completamente solos pero en ningún momento se me ocurrió q hubiera algo de malo en ello, al fin de cuentas se trataba de un sacerdote, el amigo cercano de mi familia, el apoyo espiritual en los tiempos críticos y el hombre q entraba en mi casa con toda la confianza del mundo, hacia quien me habían inculcado respeto y reverencia (por Dios! Reverencia!). Se inclinó hasta mi altura y me acarició. Con actitud paternal puso una rodilla en el piso y dejó la otra pierna flexionada y me pidió q me sentara en ella. Yo era la típica niña consentida q vivía sentada en las piernas de papá, tíos, primos y todas las personas cercanas q quisieran mimarme, además él era alguien allegado a la familia, por lo q en mi inocencia aún no le puse malicia al hecho y me senté en sus piernas. Así, Todo mi pequeño cuerpo estaba rodeado por el suyo y me pidió q le contara mis pecados. Hoy me pregunto cómo pudo él tener un alma tan sucia para manosear todo mi cuerpo mientras le contaba mis culpas infantiles y alargar innecesariamente mi confesión para tocar a una niña ... era una niña tan pequeña! Mi mente corría en todas las direcciones pero finalmente escogió la culpa. Y esa culpa me hizo callar durante muchos años. Era la culpa de pensar en q yo a mis 10 años era una pervertida por imaginar q él, aquel intermediario de el mismísimo Dios me había hecho algo indebido, esa niña era culpable de ver sexo (léase aquello q lleva a las personas al infierno), en donde no cabía, por estar en un sitio sagrado, con un ser sagrado.
Me pregunto qué piensa él. Me pregunto si nunca sintió culpa, será q no sintió nada al estar ahí conmigo, justo bajo la mirada de un enorme cristo?. Quisiera saber q sentía él cuando me saludaba en las reuniones familiares o en la calle cuando iba con mis padres. Me alegra mucho haberme ido lejos y no verlo durante los años en q tomé conciencia de lo q realmente sucedió. Nunca olvidaré su cara ni la sensación de sus manos nerviosas recorriendo mi cuerpo. Tampoco olvido el asco q sentí al verlo entrar al velorio de mi abuela y acercarse a saludar a la familia.
Me pregunto q tan culpable soy por haber callado y si no di pie para q él u otros cometieran abusos mayores contra otr@s niñ@s.
Esa es una de las tantas culpas q cargo conmigo, hace unos meses recibí una llamada de un amigo q me decía: "conocí una niña de tu pueblo y me recordó lo q te pasó. Está vuelta mierda porq la violaron dos curas".
Cómo alguien puede maltratar la inocencia? cómo es posible q un cura q se supone sea un guía espiritual y un ejemplo para sus fieles sea capaz de hacerle daño a una niña? No lo entiendo, no puedo. Porque el conflicto q hubo en mí en esos años fue muy duro, al final siempre era yo la mala y la q merecía el infierno por tener pensamientos impuros y él era un hombre de Dios q cumplía su labor. Se q hay niñ@s a los q les han ocurrido cosas peores y no soy capaz de imaginar su sufrimiento y mucho menos puedo entender que clase de monstruo es capaz de algo como eso. Cómo un padre o madre puede abusar de su hij@? cómo alguien puede ver los ojos de un niño y no disfrutar esa luz y esa alegría y siquiera pensar en algo tan atroz?.
Que tus penas descansen en paz Gía y q tu verdugo no. Espero q él encuentre todo lo q merece.
Igual q tod@s l@s maldit@s q se han atrevido a tocar a un(a) inocente.
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Diario qué!